La Corona de las siete alegrías de María o Rosario franciscano. El origen de sudevoción se remonta al siglo XV y está en el origen de la corona de siete misterios que muchos franciscanos y franciscanas llevan colgada en el cordón. Es una oración muy sencilla, asequible para todos los que desean honrar a la Virgen María, reviviendo con ella algunos misterios de la vida de su Hijo Jesucristo.
La corona franciscana consta de 72 avemarías, con la meditación de las siete principales alegrías que la Virgen experimentó a lo largo de los 72 años que, según la tradición, duró su peregrinación por este mundo.
Introducción
- Dios mío, ven en mi auxilio.
- Señor, date prisa en socorrerme.
- Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu
Santo, como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Primer gozo -
El ángel Gabriel anuncia a María el
Nacimiento de Jesús.
- Lc 1,30-31.38 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, Virgen de la escucha, tú eres la
llena de gracia,
tú eres la humilde esclava del Señor.
Tú has dado libremente tu sí al anuncio del
ángel
y te has convertido en madre del Hijo de
Dios hecho hombre.
Enséñanos a decir siempre sí al Señor,
aunque nos cueste.
Segundo gozo -
María visita a su pariente Isabel
- Lc 1,39-42 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Tú, María, madre del Señor, llevando a
Jesús, que ha tomado cuerpo
en ti, vas a visitar con gozosa premura a la
anciana prima Isabel,
para ponerte a su servicio. A tu saludo, su
hijo es santificado
por la presencia del Salvador. Enséñanos,
Madre de Dios,
a anunciar y llevar siempre a Jesús a los
demás.
Tercer gozo -
Jesús, Hijo de Dios, nace de la Virgen
María.
- Lc 2,6-7 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, madre siempre Virgen, en la
pobreza de una cueva
has dado a luz a Jesús, venido al mundo para
nuestra salvación.
Tú adoras como Hijo de Dios al que has
engendrado.
Guíanos por el camino de una fe viva en
Jesús, nuestro Señor y Salvador.
Cuarto gozo -
Unos magos de Oriente adoran al niño Jesús
en Belén.
- Mt 2,1.11 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, pobre y humilde de corazón,
enséñanos a no juzgar,
sino a confiar únicamente en la misericordia
de Dios,
que no hace distinción de personas. Porque,
si nuestra fe
no se traduce en obras, muchos "magos" nos
irán por delante
en el reino de los cielos.
Quinto gozo -
María y José encuentran al niño Jesús en el
Templo.
- Lc 2,43.46.48-49 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, Virgen del silencio, tú saltas de
gozo al encontrar
a Jesús en el templo de Jerusalén, y adoras
el misterio
del Hijo de Dios Creador, que en Nazaret
vive obediente a sus criaturas.
Enséñanos a buscar siempre a Jesús y a vivir
en su obediencia.
Sexto gozo -
Jesús resucita victorioso de la muerte y se
aparece a los suyos
- Hc 1,14; 2,1-4 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, fuente del gozo, tú eres la madre
del Señor resucitado.
Él es quien ha vencido la muerte. El es
nuestra esperanza
en el camino de la vida. Enséñanos, María, a
vencer la muerte del
egoísmo, para vivir en la resurrección del
amor.
Séptimo gozo -
María es elevada al cielo y coronada
como reina y primicia de la humanidad
redimida.
- Ap 11,19; 12,1 y reflexión
- Padre nuestro, 10 avemarías y gloria
Oh María, Reina de los ángeles y de los
santos, coronada
de gloria y honor en el gozo sin fin del
paraíso,
tú brillas delante de nosotros como estrella
de la mañana.
Enséñanos, Madre, a caminar por el mundo con
la mirada puesta
allá donde está el gozo auténtico y
definitivo.
Letanías de nuestra Señora
Saludo a la Virgen
Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de
Dios,
que eres Virgen hecha Iglesia,
y elegida por el Santísimo Padre del Cielo,
consagrada por él con su santísimo Hijo
amado
y el Espíritu Santo Paráclito,
en la que estuvo y está toda la plenitud de
la gracia, y todo bien.
Salve, palacio suyo; salve, tienda suya;
salve, casa suya, salve, vestidura suya;
salve, sierva suya; salve, madre suya,
y todas vosotras, virtudes santas, que por
la gracia y la iluminación
del Espíritu Santo sois infundidas en el
corazón de los creyentes,
para que de infieles se vuelvan fieles a
Dios.
Conclusión
Oremos:
Oh Dios, que en la gloriosa
resurrección de tu Hijo has devuelto la
alegría al mundo entero, concédenos por
intercesión de la Virgen María poder gozar
de las alegrías sin fin de la vida eterna.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
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