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Kerigma


Vivimos agobiados por montañas de notificaciones, de reclamos de nuestra atención. Es la gran batalla de nuestros días, captar unos segundos o minutos de la actividad principal de nuestra mente. Vivimos tan distraídos que ya no conectamos con nuestra propia esencia, que hemos olvidado quienes somos, y somos incapaces de escuchar la voz de Dios. Soberbios y orgullosos de nuestra ciencia decidimos que Dios no era relevante para nuestra vida, incluso decidimos celebrar su muerte a pesar de que nuestro corazón cada vez se hundía más en el vacío.



Necesitamos parar, silencio y soledad, pero también y sobre todo necesitamos de la humildad. La humildad nos hace andar en la verdad de nuestro ser, desprendernos de la obsesión ególatra, poner los ojos más allá de nuestros deseos e inseguridades. La humildad es la actitud necesaria para volver a escuchar a Dios en el silencio.


kerigma (en griego mensaje) se identifica con el de Evangelio, buena noticia, anuncio, mensaje de salvación. Pero el término sintético se ha impuesto en la terminología pastoral como expresión verbal de un intento teológico de superar el sentido que se ha dado desde la Edad Media a la doctrina cristiana. Se insiste en los tiempos actuales que Cristo no vino a configurar un sistema de pensamiento o una norma de vida. Vino a anunciar un mensaje de salvación. Por eso se desentierra el término original del Nuevo Testamento: el sus­tantivo "kerigma", que aparece 8 veces en los escritos bíblicos (otras tres aparece el equivalente "kerix"): o el verbo "kerisso" que aparece 62 veces. Sustantivo y verbo son equivalente al de "proclamación", "predicación", "anuncio" "comunicación" y "exaltación".

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